NOVIEMBRE: OPORTUNIDAD PARA REFLEXIONAR SOBRE NUESTRA EXISTENCIA

MORIR, PARA VIVIR CONTIGO

De tus manos, Señor, hemos salido,
cual diminutas semillas que a la aurora,
despliegan sus capullos al abrazo del sol,
y en la tarde cerrando sus pestañas
exhalan un suspiro en lontananza
regresando a los brazos del Creador.
La flor, que en su hermosura Tú adornaste
se deshoja al paso del aire peregrino,
el ruiseñor, la alondra y el jilguero
silencian su voz de alegre trino,
el roble y el ciprés, aunque frondosos,
inclinan su frente cuando la savia
ha perdido su color verde esperanza,
y al pasar el tiempo, declinan el ciclo de la vida.
De la misma manera, nuestro cuerpo frágil,
se extingue con la sombra nocturnal
y al vivificarse a la voz de tu llamado,
despierta en la morada celestial
donde solo hay gozo y vida permanente.
Quienes partieron de nuestro lado,
no han muerto, no… se  adelantaron
sin llevar en su equipaje,
lo que afanosamente habían conquistado;
solo .portar en su equipaje
lo que afanosamente habían conquistado.
Solo llevaron en sus manos
el amor que a sus hermanos
con buenas obras, profesaron.
Su voz se silenció, pero su alma vive
y cantan en la gloria, las alabanzas
 por siempre al Dios del Cielo.
Al Buen Dios, que transforma nuestra historia
en plenitud, en paz y en vida perdurable,
donde no hay sufrimiento, ni afanes, ni quebrantos.
Por eso, hermanos, cambiad el luto y el llanto,
en aceptación, fe y esperanza,
permitiendo a las almas su descanso
y el eterno vivir, al lado del Creador.
Dejad que María, nuestra Madre intercesora,
nos aparte del pecado y de la muerte eterna,
consuele nuestras almas abatidas
y acompañe a quienes emprendieron
su viaje a la Patria Celestial.
¡Enséñanos Señor, a morir, para vivir contigo!
 
Autora:

Rosita  Albarracín Galeano.